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Miguel Alonso se gana la vida como delineante en el Madrid de finales de los cincuenta. Sobrevive en una habitación realquilada —en una casa que enseguida nos recuerda la de "El pisito"— y sobrelleva como puede la precariedad y sordidez de su modesta vida. Hasta que Antonio, el hijo tarambana de su jefe, lo arrastra a veranear a Ibiza, donde le han hablado de lo fácil que es ligar con europeas. Tras los primeros escarceos desesperados y un poco cafres con una chicas valencianas que se encuentran a su llegada, los dos amigos van conociendo poco a poco la particular fauna de juerguistas y falsos aristócratas que, con ganas de pasárselo bien, bullen por la isla. Y mientras Antonio enlaza fiestas y salidas nocturnas en una felliniana dolce vita, Miguel, más escéptico, prefiere mantenerse al margen. Hasta que para su sorpresa logra que Odette, una francesa encantadora, ceda a sus deseos. Con ella vivirá una agridulce historia de amor que acabará metiéndole en las complicaciones indeseadas que él quería evitar.
Comedia coral, retrato de una época y un país de costumbres irrespirables, "Los europeos" es también una elocuente constatación de que la risa y la ironía, la resistencia vital son posibles aun en condiciones tan desfavorables. Una novela en la que Azcona se nos descubre como un extraordinario narrador, maestro de los diálogos e incomparable creador de personajes, que son lo que hacen tanto como lo que dicen.
Aunque publicada por primera vez a finales de los cincuenta, con falso pie de imprenta por problemas de censura, "Los europeos", completamente reescrita y reelaborada, nos devuelve la hilaridad y a la vez la profunda desolación de las mejores y más corrosivas historias de Rafael Azcona.
Rafael Azcona nació en Logroño en 1926. Empezó como humorista gráfico en "La Codorniz", y de esa época proceden sus primeras novelas, abiertamente humorísticas como "El repelente niño Vicente" o "Los muertos no se tocan, nene". Su colaboración con el director italiano Marco Ferreri y el éxito de sus primeros guiones relegaron a un segundo plano su tarea de escritor. Guionista y maestro de guionistas, autor de las historias de "El pisito", "El cochecito", "Plácido", "El verdugo", "La grand bouffe", "Belle Epoque" o "La niña de mis ojos", Azcona se ha convertido ya en una clásico vivo del humorismo español. En 2002 apareció su libro de relatos "Estrafalario" y en 2005 la reedición de "El pisito. Novela de amor e inquilinato."
La historia de la literatura no suele ser benévola con quienes se apartan del canon y, además, no pretenden crear otra alternativa. Es el caso de Rafael Azcona (Logroño, 1926) y de las dificultades para encajar su narrativa en las corrientes que la historiografía ha establecido en el marco de la España de los años cincuenta. Realismo social, realismo crítico, neorrealismo son epígrafes hasta cierto punto pertinentes para abordar su producción que se sitúa, además, en el campo del humor. Si a estas peculiaridades le añadimos la conversión del autor en guionista, contamos con circunstancias adecuadas para que su nombre haya sido ignorado por la crítica académica. Sin embargo, Rafael Azcona ha escrito siempre a partir de su observación de la realidad, de la más concreta e inmediata como otros autores de su generación. Escéptico e individualista, que no aislado, su realismo es también fruto de una tradición que conoce como lector empedernido y autodidacta. «El pisito», contextualizada en unas coordenadas precisas e inconfundibles, es una novela que queda abierta, como lo hacen los clásicos, a una interpretación que nos conmociona hoy como ayer: la desoladora historia de amor de Rodolfo y Petrita, cuyas vidas están hipotecadas por culpa de un "pisito".
CUENTOS COMPLETOS
«Estaba convencido de que morirse en primavera era un despropósito: el mundo ofrecía épocas más adecuadas para abandonarlo y sólo a un bohemio o a un anarquista se les podía ocurrir fallecer cuando todo en la tierra empezaba a renacer; de tan asociales sujetos cabía esperar cualquier cosa, incluso que arrastrados por su perversidad fallecieran en señalados días de fiesta, el colmo, pues los días de fiesta estaban en los calendarios para celebrarlos con la misa mayor, el concierto de la banda municipal, el arroz con pollo comido en familia y la corrida de toros, de haberla, y no para enlutarlos con un cadáver.»
Novios que sueñan con una luna de miel sin salir del hotel; guardias municipales que no se suicidan sólo porque tienen nueve bocas que alimentar; pordioseros que hacen de la mendicidad un arte; ancianos que fingen una parálisis para conquistar su libertad: antihéroes que pueblan una época gris y que proporcionan una mordaz ironía a las historias de Azcona. La visión amarga y desencantada de una realidad mediocre puede desencadenar una sonrisa.